21 mar 2012

Jordi Valls: el último nihilista catalán


“¿Cuándo oí hablar de Jordi Valls por primera vez? Las menciones secretas de su nombre se iban sucediendo a mi alrededor a lo largo de las décadas, como pronunciadas en corso por individuos cripto-patibularios. Al principio no tuvo ni denominación: el hermano mayor de un amigo de adolescencia, mod como yo, me comentó a mis quince años que en el libro Punk (Star Books, 1977) de Salvador Costa había fotos de punks catalanes mezcladas con las instantáneas de punks londinenses del ‘76. Mientras fotocopiaba con furia las fotos de Jam y Generation X del libro para empapelar mi habitación debí tratar de averiguar una y otra vez quién rayos era el punk catalán del libro, sin éxito. Sólo veinte años más tarde aprendí que el célebre punk nostrat estaba ciertamente en Londres durante los conciertos captados en el libro, si bien su fotografía –la penúltima del libro- fue tomada en Barcelona, durante unas vacaciones. Valls es el individuo con pinta de Marky Ramone, imperdible desmesurado hincado en una mejilla, gafas Gestapo y cazadora de cuero con calavera en la solapa que aparece en solitario, cerca del final.
¿Pero quién era Valls, y cuál era su historia? ¿Qué hacía aquel catalán universal bailando pogo en el Roxy en 1976, qué le llevó allí y qué extrajo de todo ello? Una de las consecuencias de su espontánea y dedicada conexión con el punk rock (pese a que le pilló ya con treinta años, a lo Claude Bessy) fue su inmediato contrato emocional –de por vida- con la escena Industrial inglesa, de la que Valls formaría parte en sus años cruciales, convirtiéndose en colaborador esporádico de Throbbing Gristle y Psychic TV, así como confidente y aliado de Whitehouse y Current 93. El apasionado Valls decidió asimismo fundar su propio proyecto, Vagina Dentata Organ, que –al margen de sus múltiples resultados prácticos- volvería a cruzarse en mi camino en forma de disco carísimo, en la tienda de discos del Soho londinense en la que trabajé durante un par de años. Allí, colgado de la pared y valorado en una suma extravagante, volvía a aparecérseme un fruto de Valls, aunque yo no lo supiera aún.
Finalmente, Valls volvió a Barcelona –hace un par de años- para trabajar en una exposición en el centro de arte Santa Mònica, The London Punk Tapes, audiciones de sus cintas originales de conciertos de punk londinense de 1976 y 1977 en un entorno evocador del milieu punk (con algo de imaginería VDO Valliana). Para entonces ya conocía parte de su historia, pero quería saber más (y de paso saludar a mi recalcitrante héroe Vic Godard, también invitado a presentar la exposición). Cuál sería mi sorpresa al descubrir –ya conversando con Valls en un bar de Las Ramblas- que su historia era aún más fascinante de lo esperado. Momento anunciación: Valls, comentando como el que no quiere la cosa que de hecho su primer viaje a Londres fue en 1963, y que vivió en el Soho, y me acuerdo mucho de los pequeños mods que había en cada esquina, con sus sombreros bluebeat, bla-bla... Y nosotros así, escuchándole hablar con la mandíbula rozando el suelo. Allí supimos que había que entrevistar a fondo a Jordi Valls para lograr desentrañar su azarosa y privilegiada vida, y de este modo aprender una vez más de uno de nuestros pioneros, de otro fundador de nuestra tradición juvenil.” Kiko Amat
(de La Escuela Moderna #6; pueden descargarla aquí)

Un par de extractos de la entrevista:

Háblanos, por favor, de los clubes que frecuentabas (Discothèque, Flamingo, ¿el 2 I’s quizás?) y los discos que escuchabas (el otro día mencionaste el “My boy lollipop” de Millie) ¿Entablaste conversación con alguno de aquellos incipientes modernistas?
Me hice socio de La Discothèque, un club mod de música al lado de mi casa en Wardour Street. Situado en un primer piso muy oscuro. Bailábamos como locos, separados, y en un gran círculo. Todos éramos teenagers. Ellas dejaban sus bolsos en el centro, sobre el suelo. En lugar de sillas, y mesas habían camastros uno al lado del otro para tumbarte con tu pareja. La anfetamina era la droga reina, mezclada siempre con alcohol. La música enlatada salía directamente de un techo muy bajo por unos altavoces redondos inmensos, a máxima potencia, el sonido del rhythm & blues, bluebeat y ska te aplastaban contra el suelo. El 2 I’s, y el Heaven and Hell, coffee bars, estaban juntos, uno al lado del otro en mi misma calle. Cada día pasaba por delante, y siempre había mucha marcha y gente guapa. Para mí todo Londres era nuevo y fantástico. Luego supe que el 2 I’s, seguramente fue el primer club de rock n’ roll de Europa. Iba a menudo también a Les Enfants Terribles, un coffee-bar en el mismo Soho, con mucho ambiente y música, muy célebre en su momento. En el Marquee vi a los Yardbirds con Eric Clapton. Para bailar con muy buena música también frecuentaba The Last Chance club, en Oxford Street. Con gente del curro una noche fui al Flamingo, situado en un sótano en Wardour Street, actuaba Georgie Fame & The Blue Flames. Yo ya conocía su bluebeat y voz melosa. Escucharlo in person en el tugurio mas in del momento a tope de gente, un ambiente terriblemente hot, era sensacional. Algún fin de semana también iba al gran dance-hall de Leytonstone Baths, al este de la ciudad. Allí actuaban varios grupos a la vez. El publico en estas ocasiones estaba compuesto por teddy-girls, teddy-boys, rockers y mods. Era un espacio grandioso. En el suelo, en medio de la gran pista, había pintada una gran línea blanca para separar los teddies y rockers de los mods. Los mods ocupaban la parte trasera del hall. Nunca vi peleas y la línea blanca la cruzaban unos y otros sin problemas. Todos bailando a gogó…Las veces que fui por allí actuaba gente como Screaming Lord Sutch, Dave Clark Five, The Hollies, Freddy and The Dreamers, The Swinging Blue Jeans, y algún otro que no recuerdo. Sí que vi las peleas de mods y rockers de Margate y Brighton por televisión. También iba al Studio 51, en el Ken Colyer’s Jazz Club, donde actuaban The Downliners Sect, un grupo de rhythm & blues. Otras noches, por falta de dinero, me iba ya tarde andando al 100 Club de Oxford Street’, para escuchar desde la calle (a través de una claraboya en el suelo de la acera) a grupos de R&B, que ni sabia quienes eran. Allí mismo ya había visto actuar a los Groundhogs y  The Art Wood Combo. Una vez fui al Odeon Hammersmith, donde vi a Ella Fitzgerald con el Oscar Peterson Trio. También al maestro Duke Ellington, en el Royal Festival Hall. Incluso un día fui a ver al nureyev del flamenco español, el gran bailarín Antonio, que actuó junto a la superstar Rosario, en el Theatre Royal, en Drury Lane. Su performance fue apoteósica. Al final el publico les aplaudió mas de diez minutos en pie, y desde platea les lanzaron rosas rojas.
En Londres me compraba algún disco de mis conjuntos preferidos para llevarme luego a Barcelona, pues en el Soho no tenia tocadiscos, aunque de todas maneras en el trabajo y en casa siempre oía la música del momento por la radio. Estaba bien informado. También soy un devorador de periódicos. Una mañana en Charing Cross Road delante de la librería Foyles me encontré con Mick Jagger: le pregunté cuándo saldría su primer LP y me dijo que estaba a punto de salir a la calle. Así fue como llegue a Barcelona en julio de 1964, con el fantástico primer álbum de los Rolling Stones bajo el brazo. Mis conversaciones con los mods principalmente eran sobre música.  Ellos rompieron con el pasado de los teddies. Como sabemos, los mods con sus parkas y Lambrettas fueron los primeros modernos de la larga postguerra británica. Recuerdo una discusión que tuve con un mod, que insistía en que los Stones eran mods porque vestían bien. Le arranqué esa estúpida idea de la cabeza. Los Rolling Stones no necesitan encasillarse en nada. Son músicos y punto.
(...)
Cómo recuerdas el advenimiento del punk-rock, ese amanecer dorado (si bien cubierto de  escupitajos). ¿Cuál fue tu primer avistamiento, tu primer concierto, cuáles fueron tus reacciones iniciales al fenómeno...?
Para mí, el primer aviso punk fue el mes de mayo de 1976, una tarde en la Roundhouse con Patti Smith y los Stranglers de teloneros. Era la primera actuación de Patti en Europa. Poco después en el mes de agosto en el cine The Screen on The Green, en Islington, habia un Punk Midnight Special, de media noche hasta la madrugada, con los Sex Pistols, The Clash y Buzzcocks. Fue una experiencia increíble. Instintivamente me di cuenta que aquello marcaria una época y el fin del rock. Los Pistols y los Clash, me causaron una sensación fresca y bestial. En aquel pequeño cine de barrio estaban de espectadores todos los conjuntos punk londinenses. Incluyendo el Bromley Contingent, el grupo de punks chicos y chicas amigos íntimos de los Pistols, y Siouxie Sioux, que iba vestida de dominatrix, con el brazalete rojo de la esvástica en el brazo y los pechos blancos al descubierto. Al mes siguiente, septiembre, vi el primer festival punk en el 100 Club de Oxford Street, con los Sex Pistols, Clash y Subway Sect. Desde aquel día, pase dos años seguidos viendo punk en directo sin parar, varias veces por semana. Muchas noches iba corriendo de un club a otro para no perderme nada. Lo divertido es que en la misma cola para entrar en el siguiente local te encontrabas a los mismos punks del club anterior, Mark P. del Sniffin’ Glue, o miembros de los Clash, Subway Sect, Pistols, Damned o cualquier otro conjunto punk que acabáramos de ver actuar aquella misma noche. Así mientras hacíamos cola para entrar había un espíritu de gran complicidad entre nosotros, pues todos nos conocíamos de vista, o hablábamos de la actuación anterior, o de la siguiente.
¿Qué grupos te gustaban más? Aquí en esta santa casa somos bastante de Generation X, Jam y primeros Clash, la verdad. Cuéntanos cosas, anécdotas, todo lo que se te ocurra, de Slits, Damned, Pistols, McLaren... ¿Conociste personalmente a alguno de esto de estos pájaros?
Solo he cruzado palabras con casi toda la gente de estos grupos y de otros. Conocí personalmente a los anarquistas Crass y Poison Girls. Un día sin avisar fui a visitar a Malcolm cuando su estudio estaba aún en pleno Oxford Street. Estaba solo y me recibió muy bien. Hablamos de anarquismo catalán y español. Al despedirnos, sin haberle pedido yo nada, me regaló los grandes posters originales de los Sex Pistols. También fui a ver a Bernard Rhodes, el manager de los Clash y Subway Sect. Un tío campechano, con ganas de romper con la industria discográfica. Una noche, saliendo muy tarde del Roxy, acompañé a su casa en mi 2CV a Chrissie Hynde cuando todavía no existían los Pretenders. Entonces Chrissie era solamente otra fan del punk. Nos conocíamos de vista. Me invitó a fish & chips, pero decliné su amable oferta debido al cansancio crónico que acarreaba tras 2 años de punk. Cada noche teníamos una sorpresa. Por ejemplo, con Irene y mi hermano Oscar (que estaba de paso por Londres) vimos la presentación oficial de The Jam en Londres, en el Upstairs del Ronnie Scott’s. Un local pequeño encima del club de jazz más conocido de Europa. Había muy poca gente, solo periodistas del MM y NME, y cuatro gatos más. Y sin embargo su actuación fue electrizante: Paul Weller actuó como si estuviera delante de 100.000 personas. Lo dio todo. Recuerdo que se le rompió una cuerda de su guitarra y Captain Sensible de los Damned, que estaba por allí, le dio una cuerda de repuesto. Al final de su actuación rompió con rabia su guitarra en mil pedazos, así se consagro como hijo adoptivo de Pete Townshend de los Who. Luego hablamos con Paul y su padre, que hacía de manager en aquel momento. También estaba Shane MacGowen, el futuro cantante de los Pogues; nos conocíamos mucho de todas nuestras noches punk. Lo bueno del punk es que no había ningún conjunto igual. Todos tenían su propia personalidad, diferentes matices. Una cosa importante a resaltar es que los Sex Pistols, (con Glen Matlock) The  Clash, The Damned, Generation X, The Stranglers y The Jam, eran realmente grandes músicos. Es una tontería afirmar que en el punk nadie tenía ni idea musicalmente hablando. Por otra parte yo tenía una inclinación muy especial por Subway Sect. Fueron la Velvet Underground del punk. Pero a la hora de la verdad, una vez vistos los Pistols en vivo, aquello fue el fin del rock para mi. Imposible de superar. Punto y final de mi largo idilio con la música rock.
(...)
¿Cuándo nace tu interés por lo industrial y la electrónica combativa? ¿Hay un primer contacto con el entorno Throbbing Gristle pre-Vagina Dentata Organ, o sólo empezaste a relacionarte con ellos cuando ya estabas trabajando con tu propio “grupo”?
Aparte de Stockhausen, la música electrónica no me interesaba hasta que Throbbing Gristle y Whitehouse la recondujeron con alta dosis de perturbación y perversión. En plena explosión punk a finales de 1976, vi la instalación PROSTITUTION de Genesis P-Orridge y Cosey Fanni Tutti, en el Instituto de Arte Contemporáneo (ICA) de Londres. Esta exposición hizo que un miembro del parlamento británico declarase que “esta gente es la ruina de la civilización”. Un piropo inmejorable, que trajo el consiguiente escándalo en todos los medios de comunicación británicos. También leí una entrevista de Gen en Melody Maker donde rompía con todos los tópicos del rock. Por otro lado, mucho antes del punk y de la música industrial, me había interesado vagamente por los compositores clásicos de laboratorio como Arnold Schöenberg, Mompou, Edgar Varèse, Stockhausen y John Cage. A Cage le saludé en Cadaqués, después de una rueda de preguntas y un concierto suyo interpretado por la pianista Alicia Larrocha. A principios de 1977 me topé por casualidad a Genesis P-Orridge en la calle, en Berners Street, en el centro de Londres. Iba con el pelo largo hasta media espalda con un triangulo rapado sobre la frente. Buscaba una peluquería. Lo paré y  hablamos. Me conto el proyecto de Throbbing Gristle. Así empezó nuestra amistad, que duró todos aquellos años hasta hoy; aún seguimos en contacto. Otra cosa sobre el nombre de Vagina Dentata Organ: desde muy joven conocía el mito de la vagina dentata gracias a un cuadro de Picasso. También lo había leído mas de una vez en la prensa, y en algún libro de Freud, y más tarde en el libro Psychopathia Sexualis del Dr. Richard Krafft-Ebing, un psiquiatra especialista en parafilias sexuales. El mismo día en que me encontré por primera vez a Genesis, él llevaba un gran bolso de piel con una inmensa vagina dentata pintada a un lado del bolso. De aquí nació mi nombre de guerra: Vagina Dentata Organ. La vagina castradora de mi obra sónica y mis acciones en directo. Ese mismo año, 1977, vi actuar en el Electric Circus de Camden Town a Warsaw, con Ian Curtis de cantante. Más adelante fui con Throbbing Gristle a Manchester en 1979, pues tocaban en The Hacienda. En la primera fila de fans estaban Ian Curtis y todos los de Joy Division. Como sabemos, desgraciadamente, Ian se suicido a los 23 años, en 1980. Era amigo de Genesis.”

(Jordi Valls estará en nuestra charla sobre los inicios del punk y el hardcore barcelonés, Harto de todo: Que pagui Pujol! el sábado 5 de mayo en Primera Persona, en el CCCB)
Indice de imágenes, en orden descendiente: Jordi Valls en 1976-77; Trafalgar Square, 1963; Valls hoy, a lo Francis Bacon; Valls con Genesis P. Orridge y Paula en 1983